Editorial. "Por el bien común"

Pasaron 209 años de la Declaración de la Independencia el 9 de julio de 1816. 

Desde allí la historia de sumisión fue escrita por unos pocos privilegiados y resistida por los oprimidos, subsuelo histórico de esta patria, pueblo hoy fragmentado. 

Pero la oligarquía comercial y terrateniente de la colonia dudó en hacer la guerra al imperialismo real español, y en declarar una independencia que podría envalentonar al gauchaje, pese a su voluntad de obtener mayores libertades comerciales. 

Los ricos del mundo y el país hoy conocen la historia como nadie, y aún es lo que más temen. Por eso hoy el pueblo no delibera ni gobierna por sí mismo, pero ni siquiera a través de sus representantes, y la democracia se parece cada vez más a una cáscara vacía.

La política la dicta el capital financiero hiper-concentrado, enemigo de hoy, cuya razón de ser es la libertad para acumular en forma privada lo que es de la humanidad, a costa de la humanidad misma.

Así, el endeudamiento nos deja cada vez más afuera del reparto de la torta: los recursos de jubilaciones, políticas para la discapacidad, salud, educación, empleo público, empresas con participación del Estado, fluyen al casino de la casta financiera mientras nos acostumbran a las migajas.

La unión de todos los sectores es la única alternativa para doblegar la voluntad de quienes, aún siendo menos, nos impiden construir un desarrollo orientado al bien común. 


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