Editorial. Asumir al enemigo.
El mundo está en guerra, hace rato. Los amos del mundo aceleran la competencia intestina por ser los nuevos dictadores del orden global.
Convierten la tecnología, los misiles, aviones, balas, alimentos y el dinero en armas letales para poder ocupar y controlar territorios, condición necesaria en un mundo finito. Un efecto es la extremada concentración de la riqueza.
Pero sobre nosotros pesa la destrucción de ciudades, las muertes en masa, el hambre en los barrios populares, el endeudamiento, los abuelos dejando remedios en el mostrador de la farmacia, el desempleo y la desigualdad estructural.
Nuestra desunión es tal que, como parece, ya no nos necesitan "buenos ciudadanos", ni sostener las prerrogativas formales del orden democrático. El "estado de excepción" en donde la mitad de la población vive en la pobreza, es cada vez menos excepcional.
Atados a la parsimonia de la institucionalidad vigente, que ya es amiga de la "excepción", no parece posible resolver nuestro problema o volver -siquiera- a vivir en un estado de derecho. La dificultad radica en encontrar una estrategia adecuada para revertir la miserable situación en la que estamos.
Parar la pelota, mirar para el costado, pensar de dónde venimos, hacia dónde vamos y con quiénes.
Esta editorial pretende visualizar a quienes causan nuestras penurias, como una forma de aclararnos el nosotros: ante todo, pueblo trabajador.