Editorial. Que esta vez sea diferente.
En 1971 Estados Unidos abandonó el patrón oro y puso fin a la paridad oro-dólar iniciada en Bretton Woods en 1944. Así habilitó una fase de expansión financiera que hoy continúa, sin un necesario respaldo en la “economía real” (el propio FMI advirtió recientemente que la deuda pública global casi duplica el PBI global). Desde entonces vivimos en el juego y bajo las reglas creadas por los grandes bancos y fondos comunes de inversión globales (FCI) como Blackrock, Fidelity, Templeton, Pymco, entre otros.
Estos fondos gestionan dinero de inversores y ahorristas a escala global, para “invertirlo” en bonos de deuda de los Estados y acciones de empresas que se valorizan en las grandes bolsas del mundo (Wall Street, Hong Kong, Londres, Buenos Aires, etc). Magnates megamillonarios como Zuckerberg (Meta) o Musk (Tesla) juegan bajo el arbitrio de estos FCI que deciden sobre los movimientos de dinero, y pueden tener “pérdidas” temporales como, por ejemplo, post aranceles de Trump.
La globalización neoliberal (1973-hoy) difundió y estableció sus intereses por el mundo, aquí plasmados en la vigente Ley de Entidades Financieras (1977). Para el país fue un contexto de reestructuración económica: desindustrialización, financiarización y primarización. Las condiciones de vida populares fueron afectadas por la inflación, el congelamiento de salarios y los despidos masivos, trabajos precarios, traducidos en el auge estructural de la pobreza y la deuda pública. Algo que las clases dominantes implementaron por la fuerza, a través de la dictadura y el Terrorismo de Estado.
Desde allí, el endeudamiento es el rasgo sobresaliente del régimen de poder de esta oligarquía financiera en nuestro territorio. Con un incremento de más de 100.000 millones de dólares bajo gestión de Caputo-Milei, la deuda pasó de 240.665 en 2015 a 473.557 millones de dólares en 2025, en buena medida en manos del sector privado. Hoy “La deuda pública devenga intereses mensuales por casi 5 billones de pesos, mientras el gasto por mes (en salud, educación, justicia, seguridad, defensa, previsión y asistencia social, obra pública, etcétera) es de 10 billones.” (Rovelli, 13/04/2025). Sólo en intereses se gasta la mitad de lo que se destina a paliar el golpe a las condiciones de vida de las mayorías trabajadoras.
Aunque para Kristalina Giorgieva (FMI) “esta vez es diferente”, esa razón estructural -fortalecer el poder de clase de la oligarquía financiera- es esencial al nuevo préstamo y sus “requisitos estructurales”. Su (¿equívoco?) apoyo a LLA no debería movernos el foco de quienes impulsan este proceso desde las sombras: los FCI que dirigen la producción y distribución de bienes (alimentos, energía, etc) según las determinaciones del mercado global, y corren los precios al valor internacional -en dólares-, golpeando salarios que caminan en pesos, dejando ollas vacías, etc.
Con la Ley Bases y el RIGI, y aumentando la deuda, Milei y Caputo trabajan no para nosotros sino para el capital financiero transnacional, removiendo obstáculos que aún impiden su pleno desarrollo en nuestro suelo. No sin tensiones y subordinada, la clase dominante local por ahora se contenta con ser cordero, con tal de mantener al lobo atado. El que en las jornadas de 2001 y 2018, e incluso durante el Terrorismo de Estado, se movió en defensa de las condiciones de vida y los salarios: el pueblo trabajador, unido y organizado.
Si queremos que esta vez sea diferente, no parece haber otra tarea más urgente que construir y alinear nuestra propia fuerza desde abajo, en la lucha callejera, en los espacios de trabajo, en las facultades y en los barrios.